lunes, 20 de febrero de 2017

28. LA CIUDAD DE LOS MUERTOS. De Leónidas


Los ángeles no suelen mostrarse en ciertos sitios
y no es que no lo tengan permitido, allá ellos,
por eso, los pocos que hay en ese barrio son de piedra,
pero allí suele haber muchos fantasmas de buena calidad,
aunque siempre llegan con esa sensación de agotamiento,
de triunfo intrascendente, como de haber cruzado un médano,
los fantasmas nunca han querido tratos con la muerte,
suelen llegar ebrios de vida a los tropiezos,
contrariados de no sentir más la excitación del verde,
de respirar el humo sin las bondades del fuego
de soportar el maltrato del viento sin el ruido de la tienda
calcinados de sed beben un agua que no existe
se abrazan a las almohadas pensándolas mujeres
han sufrido el otoño de la carne y se tapan los huesos con recuerdos,
buscan salir de las tinieblas sin linterna, pero el único resplandor son ellos
andan buscando las cosas que han perdido sin aviso
y a fuerza de estar atentos a los quehaceres llegaron todos
a su fosa a destiempo, la encontraron sin nombres ni epitafios,
la reconocieron por el infierno y se negaron a entrar,
a otro perro con ese hueso,
si dicen que Dios lo arregla todo, quieren verlo

Seudónimo: Leónidas

jueves, 9 de febrero de 2017

24. POR QUIÉN CLAMAN LOS FANTASMAS. De Criptograma


Ardiente temblor de Octubre sobre las hojas nuevas.
El viento -dicen-, rompió el silencio al alba,
agitó las ramas, causó todos los vuelos.
Y demasiado temprano para el miedo, mi heroico corazón acongojado
busca refugio en los nidos vacíos.
Pretende eludir un sortilegio de umbrías  tempestades.
Y se declara inocente en una historia que no le pertenece ni ha pedido.

¿Por quién vienen entonces en la noche, estos pulcros fantasmas
con su arrogancia de dioses o demonios
a intimidar mi sangre rabiosa de alegría,
para marchar, como arlequines funestos , en la crucifixión  de todos mis
      anhelos?
¿Desde cuándo los perros del silencio me acechan  la esperanza,
para impedir la risa que celebra
el único racimo  que aún persiste al borde del abismo?
¿Cuál de ellos pronuncia con mi voz,  la cifra de la Bestia,
con una maldición de fuego en la garganta,
como un número binario que construye la porción del sufrimiento?
¿Quién escribe, en mi nombre,
en el cuaderno recién inaugurado, la fecha exacta del Apocalipsis,
con un presagio de alondra mutilada, en esta noche incierta?
-Nadie podrá contar jamás,  las hojas repetidas que murieron
      al final del día-
Sospechan que soy la legataria de una heredad siniestra
que debía rescatar el nombre de la luz, que todos olvidaron
del lado de afuera de una puerta que jamás se abriría.
Me adjudican una lógica cobarde
de banderas arriadas a destiempo y rostros insepultos, arraigados
        a los rituales del horror,
donde es imposible desoír esa boca que vuelve del sepulcro
 con un aféresis perfecto para nombrarme muerta,
o exigirme la absurda misión de ser buena para sus ojos malos.

Pero ahora, alguien fuera de mí, escucha este reclamo
y me reclama a su vez, del lado de la vida,
descifra y renombra esta anatema heredada por error.
Y  algo se mueve, circula en el sentido inverso
      para exorcizar la siembra,
(puedo ver de repente, el lunar oscuro en la piel del ciruelo
donde el insecto le devoraba desde adentro su ilusión de nacer,
       y no me aterro)
Esta voz, desteje mi historia e inaugura el nuevo  sitio de la vida,
en un lugar donde nadie pretende beberse las gotas de sangre
que encadenaron mi corazón al muro;
ni quemará rosales al atardecer.

Toco con mis ojos, todos los matices de este espacio,
en medio del esplendor inusitado de un lugar posible de estrenar.

Y aquí, donde cada cual diseña la luz a su medida,
mi corazón elige florecer.

Seudónimo: Criptograma