domingo, 24 de junio de 2012

51. EL POZO DE LA VEJEZ de Ovidio Pescador

51. EL POZO DE LA VEJEZ  (24 líneas)

Cuentan los ancianos de Sefarad que había cierta moza toledana entre los judíos expulsados de la Península. Esta moza, que la historia sólo conoce con el nombre de Musilla, seguramente apócrifo, viajó de mar en mar y de país en país, como anduvieron muchos de aquel pueblo disperso, bien bajando al Levante o subiendo a los Países Bajos. Y en cada sitio Musilla iba probando pozos, buscando uno cuyos sabores y ecos le recordasen a los pozos de su querido hogar circundado por el Tajo: las aguas del Pozo Amargo, salobres pero vigorizantes, el tintineo de lejanas risas en el Pozo de El Salvador, la fresca lisura del brocal de Barrionuevo. Así, en los mismos años en los que el conquistador español buscó la fabulosa Fuente de la Juventud en ultramar, ella descubrió, en algún lugar de su tránsito por el Viejo Mundo, el Pozo de la Vejez. Las aguas de éste le concedieron una ancianidad prematura, y a grandes tragos, Musilla se llenó de vetustez. Es decir, se volvió vieja pero por dentro. Con cada sorbo manaban dentro de ella visiones nítidas del pasado de la humanidad como si todo ello hubiera sido suyo. Sus rasgos no se alteraron, salvo cierto fulgor en los ojos, pero iba recuperando siglos, descifrando siglas, hasta sondar la roca madre de la prehistoria. Tras esta extraña metamorfosis, llegó a ser tan sabia como el rey Salomón, aunque con una sabiduría distinta. Más maravilloso aún, acudían a ella, como un fino polvo de hierro atraído por un imán, restos de civilizaciones desaparecidas, bandadas de códices, una miríada de monedas y un enjambre de epígrafes. Formaban alrededor de la toledana algo como una falda ancha y neblinosa, cuyos hilos ella iba explicando a la gente que conocía en sus peregrinaciones. El final de la historia de Musilla queda perdido entre los oleajes de la diáspora, como tantos otros, pero en siglos más recientes se han fundado en su nombre colecciones de huellas humanas donde se conservan y exponen los vestigios del pasado, y se invita a la gente a zambullirse en su vieja sabiduría.

Seudónimo: Ovidio Pescador

jueves, 21 de junio de 2012

50. CAROLA NO ESTÁ de Kasumi

50. CAROLA NO ESTÁ  (22 líneas)

Últimamente suspiro mucho, aunque nadie parece notarlo. La casa, sucia y revuelta, me pone triste. La abuela está nerviosa y se desliza de puntillas por las habitaciones evitando cualquier ruido. A veces la observo y es como si flotase sobre los escombros. Talita, una prima de mi madre, ha venido a ayudarnos. Desde el huracán la vida en el barrio es un caos. Muchos edificios se han derrumbado y el ayuntamiento obliga a la gente a vivir prácticamente en la calle. Yo también prefiero estar afuera, en el jardín, al lado de la charca y de la tumba de mi gatito. La casa ya no es segura y el viento cruza las ventanas de cristales rotos y la cocina se llena de moscas que acuden al olor de la carne cocida. Algunas noches tengo pesadillas y me veo reflejada en el espejo de la entrada, con el pelo lleno de barro y la cara ensangrentada. Estiro los brazos para frotar con los puños esa imagen horrenda. Mis manos desaparecen tras el azogue y me quedo inmóvil, sin saber qué hacer, hasta que llega Talita con un manojo de hierbas y las sacude delante de mí, mojándome el vestido. Entonces me despierto y estoy de nuevo en el jardín, a salvo. Otros días es mamá la que no nos da tregua. Los médicos dicen que es fiebre de los pantanos, pero no pueden asegurarlo. Yo creo que está loca. De imprevisto  echa a correr hacia la charca, gritándome: ¡Carola, Carola!, pero Talita la agarra con fuerza y la acaricia con sus manos grandes y le susurra cosas como "la niña no está, no está". Sabe que yo  la escucho porque si intento abrir la boca para protestar clava sus ojos negros en mí y me amenaza con el rosario de cuentas y tengo que apretar los dientes y callarme. Junto a la charca el tiempo se detiene y yo espero y espero, muy quieta, y siento cómo me voy rompiendo a trocitos que caen en el agua turbia y vuelven los sueños raros y otra vez a empezar. Lo cierto es que ya no entiendo nada. 

Seudónimo: Kasumi