martes, 27 de marzo de 2018

AVISO A CONCURSANTES

       
         Con la publicación de este último poema se da por finalizado el plazo de recepción de originales a concurso. Pasamos a la fase de evaluación por el jurado.
         Todos los poemas que han llegado incumpliendo algunas de las normas del certamen no han sido publicados a destacar aquellos que han sido enviados en archivo adjuntos, haciendo hincapié de que éstos no se han podido ni tan siquiera ver.
         El próximo 20 de mayo del presente año, se dará a conocer el fallo del jurado. Suerte a todos los participantes.
         Gracias por participar.
La Organización

lunes, 26 de marzo de 2018

74. EL ÁRBOL. De Rakar



A la vuelta de mi casa hay un árbol enjuto y seco
que es engendro del demonio.
Sus ramas, más que ramas, parecieran ser los lamentos de los locos
blasfemando hacia los cielos.
Su tronco, más que tronco, el brazo mutilado de un guerrero pareciera,
o el muñón de algún baldado, tras una guerra atroz y cibernética.
Sus nudos, que hasta las lagartijas recelan, más que nudos,
parecieran ser los ojos mustios de los tuertos
cargando sus fúnebres presagios.
Su copa, más que copa, de la nada pareciera ser un negro agujero
del que las aves despavoridas huyen y sólo anidan las tinieblas.
Del viento que lo mece, más que viento,
se dijera que es el mismo soplo helado de la muerte.
Y de las hierbas que lo circundan, más que hierbas,
los guiñapos que un mísero arrastrara, parecieran entreverse.

¡Todo él parece ser venido de un planeta devastado y sufriente,
caído en medio de la luz y del cemento como si al patíbulo fuera!

Enfrente de una fábrica, a la orilla de una calle recién asfaltada
por donde transitan relucientes automóviles,
y obreros embutidos en audífonos estéreos,
ha crecido este fruto impío del averno,
sin amparo y desterrado de una mano jardinera,
a hurtadillas regado por una vieja compasiva
o algún esquivo aguacero,
por la indolencia abonado como orinal de los perros,
y sólo acariciado por los gases inmundos del entorno
que han ennoblecido de otro modo su corteza.

De sus lúgubres ramas, aún cuelgan ajadas,
de tiempos electorales, algunas pancartas amarillentas
en donde los hombres piden los votos de los hombres,
promoviendo el cambio y haciendo promesas de venturosos tiempos.
Mas sólo él, como un alma en pena,
del Edén arrojado, ya nada aspira ni pide consuelo
porque sabe que el cambio es sólo otro nombre de la roña
y de la humana inclemencia,
y en el dolor que lo acompaña, presiente, como buen centinela,
su destino sombrío, su incierto horizonte…

Cuando encamino mis pasos a la ciudad embotada de molicie
sólo yo lo contemplo al desquiciado,
y siento que él me devuelve de buena gana la mirada...
Sólo entonces,
consternados y patéticos
nos reconocemos como iguales.
Seudónimo: Rakar

69. EN LA FRIALDAD DE LAS NOCHES. De R. Benigni



Le faltaba irregularidad, le faltaba el caos de la vida
permanente en la que una habitación, o incluso sólo
una mesa, se adapta a las sinuosidades y fluctuaciones
de una personalidad particular.
ISAAC ASIMOV
yo robot
un puñado de piezas a medio armar
sueño cada noche con ovejas mecánicas
que pastan en mi vientre
sueño con los engranajes que me pertenecen
como un jardín de hierro

yo máquina imperfecta
propenso al recuento de las cifras hirientes
números como espadas
me van llegando a la memoria
sigo en mi sitio
con la resignación de un relojero

yo autómata escarmentado
con la costumbre de morir en la frialdad de las noches
sin una sola historia para romper el duro silencio
que espera por mí
junto a las cosas efímeras
Seudónimo: R. Benigni

68. SUS DIENTES. De El Niño Cronopio



Sus dientes eran mi historia.
Su mordedura era hipnosis
de antropófagos motivos.
Mi herradura bastante convincente.
Mi crin de plumas y dioses.

Sangraban sus dientes redondos
ensalivados de azufre.
Y yo gritaba en delirio,
agonizando con furia.

Un día tomé sus libros de piedra
que murmuraban atajos
y sacudían hormigas,
y me fui al bosque a matar
cada una de sus presas.

Empecé con sus unicornios pálidos,
tan falsos y mentalistas.
Molí¬ sus huesos en vino
y me los bebí con su carne.
Después se fueron enanas
a las listas de desaparecidos,
y duendes de pobre ingenio,
y bohemias hadas verdes
de esperanza apuñalada,
y las brujas submarinas
que se ahogaban en tus jugos,
y las lobas con sus pieles
haciendo ojitos de lana,
y fantasmas del descuido,
y minotauras con miedo,
y cisnes de canto eterno.

Hacha tras piedra al zurrón,
entre acantilado y risco,
los fue perdiendo uno a uno
hasta que se abrió el silencio.
Sus dientes eran mi historia,
pero le daba otro giro.
Conseguí escribir renglones
bastante nuevos
en sus pupilas.
El terror le almidonaba por completo.

Pero sus dientes siguieron mordiendo,
adentro, llenos de rabia.

Y yo les di mi boca
por hacerles frente…
Seudónimo: El Niño Cronopio

martes, 20 de marzo de 2018

37. ELEMENTOS. De Apolonio



Euclides escribe
teoremas, postulados,
sobre el mítico punto
y la perpetua recta.

Euclides escribe
e ignora,
o se  hace de la vista gorda
que las rectas paralelas
se besan
en la lengua del infinito.

Euclides escribe,
geometría plana,
y no le importa
la redondez del universo.

Euclides describe:
tierra,
agua,
aire,
fuego
y al iconoclasta icosaedro.

La mano de Euclides
cansada,
evita lo irracional
de los números
y  la tinta negra se agota
─75 partes
de negro de humo
y 25 de goma─.

 El mortal Euclides escribe,
mientras el cangrejo cósmico
tijeretea
los restos
de una supernova.
Seudónimo: Apolonio

lunes, 19 de marzo de 2018

35. INSTRUCCIONES PARA PEDIR UN DESEO. De Horacio



Piensa en esto
JULIO CORTAZAR

Cuando el genio de una lámpara te concede un deseo,
te concede también un terrible mar de dudas.
No te concede solamente el amor de una mujer que ya se había enamorado de otro,
una inabarcable piscina de monedas con decenas de metros de profundidad,
o la envidable capacidad de no envejecer nunca.
Te concede, más bien,
la incertidumbre de no saber
si has aprovechado de forma correcta ese terrible momento,
si no habría sido preferible –como decidió Aquiles–
la Gloria dentro de una vida corta
antes que una vida eterna pero sosa, aburrida y falta de Gloria.
Te concede todos los días,
–sí, todos los días–
la pregunta de si el cuerpo voluptuoso de aquella mujer
que se marchita sin voluntad a tu lado
merece, de verdad, la pena,
o si no habría sido mejor una interminable cantidad de dinero
con la que poder recorrer cada rincón del mundo,
disfrutando de caprichos inimaginables
–novelas, relojes, lápices de colores–
o quizá gozar de la juventud eterna,
ver como se derrumba todo a tu lado:
personas, países, fronteras,
dioses, imperios galácticos.
Cuando un genio te concede un deseo,
–amigo, piensa en esto–
eres tú el deseado,
la diversión de aquel ser artero,
que disfruta a carcajadas de tus dudas,
agazapado en lo más recóndito de su lámpara,
mientras aguarda a que le llegue otra víctima imprudente.
Seudónimo: Horacio

miércoles, 14 de marzo de 2018

25. VIAJEROS NOCTURNOS. De El equilibrista cojo



Viajan callados los jinetes de hojalata.
Pasan sin marcar las suelas en el barro,
con el reloj parado debajo del puente.
Podrían extender un brazo y tocar el arrabal
podrían soplar y despeinar las estatuas
podrían abrir los ojos y llegar a algún lugar.
Pero siguen recorriendo el enigma
del perfil que forja los eslabones
que encadenan las dunas al espejismo de un desierto.
Saben que no podrán dormir en el nido de los alacranes
hasta que no hayan herido sus pies
con la tiza que escribe las letras del infierno.
Aprieto los ojos y diluyo el sendero de mi mente.
No dejaré que encuentren la rendija que se abre
a la oscuridad de los impenitentes.

 Pero vuelvo a fracasar y la luz del alba solloza jirones rojos.
Se doblega al miedo del instante impune
mientras arde un demonio en mi jardín.
Seudónimo: El equilibrista cojo

martes, 13 de marzo de 2018

22. DESDE LA BLANDA ALFOMBRA DE BRUMA. De K



Ray Bradbury observa el atardecer.
Suspendido entre el techo y el piso
flota suavemente en la blanda alfombra de bruma
que brota de las paredes, no quiere ser depositado aún.
La Tierra, allá en la lejanía, transita por su rostro
y crece en cada miedo como un resplandor
siniestro, tres veces mayor que esta verdad.
Cuenta los pasos que lo separan de Ylla,
ella limpia con un polvo magnético, cuando falta
solo una hoja para arrastrar el viento sobre
las antiguas y ajedrezadas ciudades muertas.
Sabe que se poblarán mientras una melodía cabalgará
encima de la lluvia y embriagará las lunas mellizas
para dar bienvenida a los rezagados.
Él tiene; ciruelos de tembloroso blanco,
el sueño que todos sueñan y un agujero de gusano            
que lo repitió a través de los huesos,
hacia la burbuja donde quedó a la espera, ilusionado.
Él tiene esos pájaros de fuego,
los copos negros, el cigarrillo abandonado
y una teoría de supercuerdas,
donde se pueden crear otros universos, cambiarlos.
Bradbury conoce de los bucles,
de la radiación de Hawking,
sabe que La Tierra es ansia para otras razas
y que las naves madres ya inundan el multiverso.
En el campanario de la iglesia
duermen unas campanas doradas y
se agita el silencio, encontrando sus tonos
más agudos en la multitud, entre los canales
de vino verde que reciben a los amantes
entre barcas, para procrear,
pero eso no le preocupa.
Cuenta los pasos que lo separan de Ylla,
ella pasa sus dedos por las páginas
de aquel libro metálico.
Las letras vuelan por la habitación
luego se dejan caer convertidas en hilos de luz,
hacen crecer cada miedo como un resplandor
siniestro que mancha los peldaños de la fe.
Bradbury cierra los párpados para colocar
sobre La Tierra el dispositivo de ocultamiento,
que Gene Roddenberry le obsequiara.
Ahora continuará suspendido entre el techo y el piso
en la blanda alfombra de bruma
que brota de las paredes, no quiere
ser depositado aún en la costa del despertar
de esa Tierra lejana que ya no está.
Seudónimo: K

sábado, 10 de marzo de 2018

19. CRÓNICA NIXE. De Dhako



Surgió de las aguas entre la neblina
los cristales del rocío salpicaron la superficie
dibujando rizos hacia el confín del lago
las ondas rompieron sobre sus pechos desnudos.
Supe entonces desde mis ojos de bestia
que mi fin no vendría del fuego o el acero

No pude resistirme a su húmedo hechizo
sus largos cabellos de lirios flotaron
hasta enredarse en mis garras enterradas en el limo
salió lentamente de su mortaja acuática
la piel erizada, las caderas apartando
el manto de nenúfares cerca de la orilla.
No tuve coraje para ahogarla en mi aliento
recorrió con sus manos frías y frágiles
mis escamas y mis cicatrices de guerra
me abrazó con anillos de serpiente
el calor de su cuerpo inundó mis pasados días
de batallas, sangre, muerte y desvarío.

Por única vez en mi inmortal vida
permití que lo ajeno me cabalgara
dócil como un ciervo recorrí los marjales
sobrevolé picachos y cumbres nevadas
conquisté para ella la ciudad de los guerreros espectros
exterminé a toda una raza de valientes
solo para obsequiarle los campanarios plateados
los salones repletos de tesoros, la leyenda de un pueblo

Le regalé todos mis siglos de conocimiento
la adiestré en profecías, raíces de maldiciones
encantamientos, sortilegios oscuros
que dominaban los diluvios y las sequías.
Su fama y poder crecieron sin fin
de todas partes venían a ver a la Dama de las Tormentas
llegaban para rendirle lealtad reyes y dómines,
caballeros, generales y Señores de la Llanura.
Todos pasaban bajo mi sombra
con las cabezas gachas y oliendo a miedo.

Y cuando ya no tuve nada más que enseñarle
y sus propias artes se encumbraban sobre las mías,
ella liberó su más terrible conjuro, aprendido de mí
y me encerró para siempre en este huevo de fénix
lejos de los caminos transitados
vasallo de un delirio que no termina nunca
desde aquella vez primera en que vislumbré en el lago
el dulce destello de unos ojos de loto.
Seudónimo: Dhako