10. LA VELOCIDAD DEL SONIDO (25 líneas)
Sé que prometí que cuidaría de ella pero está siendo más difícil de lo que creía. Todo el mundo me dice que debo ser paciente pero ellos, con la seguridad que da la lejanía, no tienen que ver cómo ha empeorado durante estos últimos meses, que apenas se mueve de la cama, tumbada en un mar de sabanas y almohadones, mirando por la ventana cómo el mundo sigue su camino, ajeno a su dolor. Todas las tardes, con un vaso de leche caliente, le doy tres pastillas. Entre sorbo y sorbo, susurra, "¿Por qué no te acuerdas? Éramos héroes, íbamos a cambiar el mundo, tú podías volar, casi a la velocidad del sonido, y yo… yo podía hacer cualquier cosa". Hastiado, asiento con la cabeza, evitando su mirada de ojos tristes. "Mañana a las 10, vendrá el doctor, quiere hacerte unas pruebas". Ella cierra los puños, agarrando las sábanas y, como una oración, musita una y otra vez "No estoy loca, no estoy loca". Al día siguiente, cuando vuelvo del trabajo, lo primero que noto al abrir la puerta es el olor de la sangre. En el dormitorio, los restos del doctor y su enfermera son un amasijo de huesos destrozados y carne desgarrada.
Suena el teléfono. Al otro lado de la línea, una voz de otro tiempo, de una época que pensaba que ya nunca volvería, me recuerda que deberíamos haber acabado con ella cuando tuvimos ocasión, como terminamos con el resto de ellos, "Te la dí en pago a tus servicios", me dice el Amo Secreto del Mundo, "ahora, tendremos que cazarla como el animal que es, no te pongas en nuestro camino". Arrojo el teléfono contra la pared.
Abro el armario, y de la cámara secreta recupero mi traje de cuero negro, las gafas de aviador y mi casco con visera. Están llenos de polvo y mugre. Diez minutos más tarde, abro la ventana y vuelo hacia el ocaso.
Sólo tengo que encontrarla antes que ellos. Después nos ocultaremos en el agujero más profundo que pueda encontrar. No voy a dejar que nadie la toque. Prometí que cuidaría de ella.
Cuando terminé de leerlo me di cuenta del tiempo que había estado sin respirar.Dices mucho con pocas palabras... como la punta de un iceberg.
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