jueves, 9 de agosto de 2018

AVISO CONCURSANTES

Con la publicación de los últimos cuentos recibidos correctamente al certamen y dentro del plazo previsto, finaliza la fase de recepción de originales. Ahora le toca al jurado dictaminar su fallo que se dará a conocer el día 5 de octubre de 2018.
Gracias y suerte a todos.

Los organizadores

miércoles, 8 de agosto de 2018

200. EN CASO DE TORMENTA, ACUDIR A PAPÁ. De Harley Quinn



Papá ya ha cumplido con el sacro ritual de la lectura en voz alta y la pequeña Diana se ha subido la cobija hasta la barbilla, dispuesta a dormir. No tiene miedo, a pesar de sus cortos tres años; echa un rápido vistazo para comprobar que  la docena de muñecos de peluche al final de su cama sigue allí para brindarle compañía. Pero hay algo nuevo en la rutina; papá ha escuchado el viento afuera en la noche rugiendo amenazadoramente. Diana escucha con atención la explicación de la naturaleza de los truenos y la recomendación de no asustarse, entonces, si se despierta en medio de la tormenta. Papá lo sabe todo, piensa la niña con admiración y amor. Y para rematar el trabajo pedagógico, este humano héroe toma uno de los muñecos de la cama, el osito Dany, y le encomienda con fingida seriedad que le recuerde a Diana estas palabras en caso de que lo necesitara. Luego, el ritual sigue su curso cotidiano con el beso de las buenas noches. "Recuerda, cariño", le dice papá esbozando una sonrisa cálida antes de apagar la luz y salir del cuarto, "no hay razón para tener miedo".
Posteriormente, en algún momento de la madrugada, la tormenta estalla con furia. Diana está despierta. Los relámpagos y truenos se suceden como si quisieran romper el firmamento. A ella no le asusta este concierto apocalíptico. Su papá le explicó muy bien; el mejor papá del mundo. El terror que le invade, el que amenaza con cortarle la respiración y hacer estallar su corazoncito no tiene nada que ver con el fiero clima, no. En medio de la penumbra de la habitación no le quita la mirada de encima al osito Dany, que igualmente le vigila fijamente desde cerca a sus pies. La niña suplica en silencio para que su muñeco entienda que ella no tiene miedo de la tormenta; que no hay razón para que se acerque a ella con pequeños pasos sobre el colchón y, siguiendo la petición de papá, abra su boca de felpa y con voz desconocida hasta ahora trate de calmarle. Mientras tanto, los relámpagos siguen dotando de brillo intenso los ojos muertos del osito.  
Seudónimo: Harley Quinn

199. EL DÍA QUE LA HUMANIDAD METIÓ LA PATA. De El Penúltimo Hombre Vivo



Las primeras imágenes del objeto las tomó la sonda Hayabusa 2 cuando este pasó calmoso cerca del asteroide Ryugu, en el verano de 2018. Con toda la celeridad los astrofísicos comenzaron a hacer cálculos y conjeturas. Pronto concluyeron que el artefacto pasaría a 50.000 km. de la Tierra. Más cerca que la Luna. Y digo "artefacto" correctamente, pues la espectrometría mostró una composición de aleaciones imposibles y los estudios de trayectoria revelaron que corregía la fuerza gravitacional de los objetos celestes que debían influenciarle. Si no se remediaba su destino sería el Sol.
El mundo se entusiasmó con la idea de haber encontrado otra inteligencia en el Universo. Se creó una Organización Internacional para el Estudio y Rescate del Visitante –pues así fue llamado– y todos los países quisieron participar. Teóricos y alarmistas se multiplicaron exponencialmente en todos los medios de comunicación conocidos. Desde dioses que venían a salvarnos hasta feroces criaturas que venían a esclavizarnos y/o devorarnos, pasando por los descendientes de los atlantes que volvían a casa; las especulaciones sobre quién viajaba en aquella nave eran de todos los colores.
El día llegó. Con las últimas tecnologías espaciales se atrapó e inmovilizó al Visitante. Grande como la más grande de las montañas, su exterior no desveló ningún dato sobre lo que ocultaba su interior. Más de un año estuvieron investigando por dónde entrar en aquella curiosidad cósmica. Tras mucha polémica se practicó un agujero por el que introdujeron un robot, del que no se supo nada. Metieron más robots y la incógnita siguió sin ser desvelada. Hasta que un héroe voluntario se ofreció a investigar.
Cuando el astronauta entró, el Visitante se resquebrajó y estalló en silencio soltando al espacio millones de toneladas de desperdicios químicos, radioactivos y biológicos. La gravedad hizo el resto. Nunca debimos tocar lo que no era nuestro.
Ahora la Tierra es el vertedero de una especie superior y los humanos nos morimos intoxicados… igual que los animales que agonizaron con nuestra basura.
Seudónimo: El Penúltimo Hombre Vivo

lunes, 6 de agosto de 2018

172. EL NOCTÁMBULO. De Suiseki



La esposa casi temblaba de pavor cuando caía el sol. No le gustaba que su marido saliese de noche, sobre todo porque nunca supo a dónde iba ni qué hacía. Pero su mayor miedo era que una de esas noches él no volviese a casa, que la dejase sola; que no tuviera a quién abrazar en la madrugada.
Muchas de esas noches las pasaba en vela, inmóvil en la cama, atenta a escuchar los pasos del marido subiendo las escaleras. De madrugada ya, los pasos sonaban tan arrulladores que sus ojos se cerraban y caía en un dulce y rápido letargo. El sueño la vencía tan rápidamente que no llegaba a notar cómo su marido se desvestía, sin mucho cuidado de que el cinturón no golpeara en la mesita. No notaba cuando se sentaba, o se caía, violentamente en la cama para quitarse los zapatos. Ni sentía el frío cuando levantaba las mantas para meterse debajo.
Incluso alguna noche que no venía muy borracho conseguía hacerle el amor a trancas y barrancas, entre eructos ardientes de coñac, pies fríos de sudor y aliento de tabaco rancio. Pero ella estaba feliz, porque por fin lo tenía en casa.
"Vuelve siempre y no me dejes nunca", le susurraba. Y él siempre cumplió su promesa.
Sin embargo, ahora lo que más la asustaba era que él volviese cada noche; que se metiera en la cama y que la abrazara, como había hecho tantas madrugadas. Después de cinco años viuda, los regresos de su marido ya no eran cálidos despertares entre sábanas tibias. La muerte y salir de noche de su tumba lo habían desmejorado mucho.
Seudónimo: Suiseki

jueves, 2 de agosto de 2018

123. COSAS DE NIÑOS. De Oh Hamlet



Aún recuerdo aquel verano del 68. Con tan solo ocho años y en compañía de mis padres, visitamos el pueblo de la tía Amalia, muy lejos de la ciudad.
Recuerdo las tardes de juegos con aquellos niños, detrás de la escuela.
Recuerdo sus ropas descuidadas, sus caras sucias, las sonrisas breves y las atentas miradas cuando les contaba anécdotas de mis compañeros de colegio, los programas preferidos de la tele y mis sueños de cohetes y astronautas; solo interrumpidos por los gritos lejanos de mi madre llamándome para cenar.
Recuerdo una gran tristeza el día en que terminaron los juegos. No comprendía la insistencia de mi padre para que dejara de inventar cosas, porque, decía, en el pueblo ya no había niños desde hacía mucho tiempo. Tampoco debía acercarme a la antigua escuela, porque, decía, estaba ya abandonada y podía caerme en alguno de los grandes agujeros marcados con un desdibujado cartel que indicaba "fosa común de la guerra".
Seudonimo: Oh Hamlet