jueves, 2 de agosto de 2018

123. COSAS DE NIÑOS. De Oh Hamlet



Aún recuerdo aquel verano del 68. Con tan solo ocho años y en compañía de mis padres, visitamos el pueblo de la tía Amalia, muy lejos de la ciudad.
Recuerdo las tardes de juegos con aquellos niños, detrás de la escuela.
Recuerdo sus ropas descuidadas, sus caras sucias, las sonrisas breves y las atentas miradas cuando les contaba anécdotas de mis compañeros de colegio, los programas preferidos de la tele y mis sueños de cohetes y astronautas; solo interrumpidos por los gritos lejanos de mi madre llamándome para cenar.
Recuerdo una gran tristeza el día en que terminaron los juegos. No comprendía la insistencia de mi padre para que dejara de inventar cosas, porque, decía, en el pueblo ya no había niños desde hacía mucho tiempo. Tampoco debía acercarme a la antigua escuela, porque, decía, estaba ya abandonada y podía caerme en alguno de los grandes agujeros marcados con un desdibujado cartel que indicaba "fosa común de la guerra".
Seudonimo: Oh Hamlet


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