Ernest
retiró las escasas pertenencias del cadáver. Miró a su alrededor antes de
guardarse la paga extra en su bolsa, más por costumbre que porque temiese que
lo descubrieran. Era de los pocos que aún se atrevía a estar en contacto con
los muertos. Desde que estos habían comenzado a levantarse y a comerse a sus
familiares y amigos en pleno velatorio, los forenses y enterradores escaseaban.
El
ataúd desapareció en el horno crematorio. Otro que no regresaría. La plaga
había sido casi erradicada, pero la incineración aún era la forma más eficaz de
controlar el pánico.
Anochecía
cuando salió al exterior. Nadie se acercó a él en el bus, como si intuyesen a
qué se dedicaba, o su aspecto fuese un reflejo de sus pensamientos.
La
irritación se esfumó en cuanto entró en su piso, donde Ángel lo esperaba
recostado en el sofá. El batín medio abierto mostraba infinitos centímetros de
piel pálida.
―¿Ya
has vuelto? ―El joven esbozó una sonrisa lánguida y abrió sus brazos para él.
No huyó cuando Ernest se inclinó sobre su cuerpo esbelto, ni se apartó mientras
besaba sus cabellos, sus párpados, sus dedos. Amó con toda la intensidad de su
pasión a aquella criatura hermosa, y el éxtasis le hizo olvidar el resto de su
penosa vida.
Minutos
después Ángel se sentó a horcajadas sobre él, complaciente.
―¿Lo
he hecho bien? ―Esperó a que Ernest
asintiese―. ¿Y mi premio?
El
hombre señaló la bolsa del suelo, y contempló al joven gatear hasta ella y
extraer su contenido con movimientos ansiosos, con sus hambrientos ojos
inyectados en sangre. Hincó los dientes en la mano amputada, devorando carne y
hueso con fruición.
Un breve
escalofrío recordó a Ernest la noche en la que había robado el cuerpo de Ángel
del crematorio. ¿Cómo podía destruir algo tan bello? ¿Cómo condenarlo tras
regresar a la vida, si era el único que lo miraba sin repulsión? Que lo hacía
sentir amado.
La expresión
extasiada de su amante lo colmó de paz. Era anormal y repulsivo, pensó mientras
lo abrazaba. Que fuese incapaz de renunciar a ese, su amor putrefacto.
Seudónimo: Harmunah
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