¿Por qué maldecir?
¿No ha recaído la maldición sobre tu propia
cabeza ya? ¿No
esclavizaste a los hijos de Zazel?
Maldijeron y ahora lo resientes. Cava
la fosa, que nosotros enterraremos a nuestra
madre.
«Tiriel», William Blake
I
En el inicio de los Tiempos, el Ancestra era la energía
primigenia de Azurath, en su equilibrio fluía la fuerza vital de las Deidades,
los arcanos que regían el orden de la existencia y la muerte. Los páramos se
alimentaban de la pureza de la tierra y el agua, el Áztar arrastraba el aliento
fresco de los bosques que reverdecían y otorgaban sus frutos en cada ciclo
solar, como un gesto de alabanza a la creación.
II
Las estaciones acontecían en un flujo de perfecto cordaje, la
paz abarcaba los umbrales y se esparcía igual que esporas, germinando en
vástagos de mansedumbre y quietud. Hasta
que el alma de los Dioses sucumbió bajo el tedio y la arrogancia: amparados por
el poder del Ancestra modificaron el equilibrio de los Páramos, mezclaron los
elementos vitales, y en su propia sangre implantaron el embrión de la ruina.
III
Poco después del nacimiento de las proles se multiplicaron
las hordas, traían la estirpe del Ancestra y la codicia del arbitrio. Las
Deidades se jactaban de su triunfo, obnubiladas en el delirio del júbilo no
sospecharon la amenaza. Desceparon el equilibrio y la perfecta ordenanza de
Azurath: la progenie trajo muerte y sedición, los Páramos se contaminaron y se
invirtió el flujo de las estaciones.
IV
Las Deidades creadoras fueron acechadas por su propia
creación: las bestias se alzaron entre sí, se alimentaron de los endebles, al
tiempo que delimitaban su territorio. Luego ambicionaron la cabeza más alta, el
poder absoluto entre los límenes de Azurath. Entonces los Dioses forjaron el
quinto Páramo: en Arkha estarían a salvo, protegidos por la pureza del Ancestra
que lograron salvar de la vorágine.
V
Toda criatura contaminada que intentó vulnerar el escudo de
energía se deshizo en grumos de ceniza. En Arkha las Deidades Creadoras
salvaron lo más puro de Azurath. Desde aquel instante allí esperan —confinadas
al miedo y la soledad— a que la progenie nacida de sus índoles se extinga bajo
el manto de la barbarie, o que el Ancestra encuentre el antiguo orden, de modo
que sea posible restablecer el halo del viejo imperio, acomodar los ejes y
descepar la culpa, el eco de los estertores que todavía flotan sobre el cielo
herido de los Páramos.
Seudónimo: Lovecraft
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