Los mejores hombres guerreros
ya huelen los inciensos, dulces
dagas
de los días de acecho, días de
búsqueda
donde los oráculos tejen futuro a
voluntad
Mientras las melodías de cuernos
invitan a destruir las enemistades
eternas
Catenea se hace ciudad feliz, un
sabor a guerra
Por fin encarnas el mal para los
clanes
Por fin tus criaturas verdes asoman
largas orejas
en pastizales que se tiñen de tus
ojos
¡Vengan criaturas Goar! ¡Eso es
siembra!
¡Hay aliado nuevo! ¡Y de él han de
temer! ¡Vengan!
¡Eso es siembra! Esa sensación
extraña
Sentir los cuerpos debajo de la
tierra, los cadáveres
El fulgor de la espada que pasó,
cada deformación
Alabad al hijo de la necromancia,
alabad a quien sus vidas entregan
Cuentan los pastores de las
montañas,
que el sendero de Lidiel no se
atravesó en centurias
y cuando los hombres cruzaron
seguía intacto
porque no hay amistad, lucha o
suplicio que se desvanezca
Y que tan sólo a medio camino
los mismos zhyrianos, hicieron
presente su azulada piel
Sus arcos apurados, largos como no
se han visto
Flechas engarzadas con gemas, con
el nombre del enemigo. ¡Tu nombre!
Es que un pueblo no celebra la
muerte de los suyos
celebra la unión, la música, los
banquetes
Eternos vigilantes de la paz con un
rey que se dice sin ejército
¡Tocad las campanas! ¡El pueblo
Zhyr tomará sus arcos y sus flechas!
Ríen los gigantes del fuego de tus
manos
Ríen los filósofos cuando tus
monstruos avanzan
Ríen los que no hablan, cuando esta
tríada hombre-mago-zhyr
te declara la guerra en nombre de
sus caídos, que huelen tu miedo
¡A por ti vamos Arnek!
¡A por ti vamos hombre caníbal!
¡A por ti vamos hechicero profano
del Reino Antiguo!
¡A por ti que conoces la muerte y
ahora la vivirás!
Seudónimo: El Papoola
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