Si alguna vez me hubiesen
preguntado
cuantos idiomas soy capaz de
hablar,
les diría que el materno
lo escribo con el lenguaje de mis
rotas uñas,
que han demostrado ser fieles
brochas de pintores.
Nunca he sido tan creativa con la
madera,
tallando y rasgando mi sentencia,
segundo a segundo,
¡se puede palpar entre el rojo
de mis huellas!,
que llevan mi latido y la
rabia
en una caja de madera.
¿Hay alguien ahí?,
¿alguien me oye?,
¡no!
¡nadie puede escuchar el silencio
de un roble!
Si alguien me hubiese preguntado
alguna vez
cuál era el olor que más
odiaba,
le hubiese dicho inmediatamente:
¡el olor del azufre, mezclándose
con las flores frescas!
Es un olor muy amargo,
¡rancio!, con seda salvaje vieja y
de encaje.
¡Cómo me pinchan estos
alfileres
desgarrando mi carne!.
¡Cómo me queman estos ojos
deshaciéndome por sentir llegar
tarde!,
como si me masticasen a
mordiscos
¡no soy capaz de gritar con
mis labios cosidos!
¿Y mis brazos?,
¡y que decir de mis manos!,
¿cuándo se han cerrado estas manos
sintiendo ser buffet
rodeada de madera y gusanos?
Soy la hija nacida
del vientre robado de la vida,
ahora madre viene a buscarme.
Entre losa y flores que
reposan
quedé atrapada en los patios
vacíos,
porque nadie ha podido
escucharme
entre el silencio de un roble.
Seudónimo:
Azulena
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