Somos
tres hermanas. La mayor tiene dientes afilados. La de en medio, tiernas garras
de gato. Yo soy la menor y tengo unas pezuñas con las que sigo el ritmo de la
música y el baile.
Nuestra
familia está medio loca. Los abuelos invocan a Satán como si no supiera que él
está demasiado ocupado para tonterías de viejos. Mamá no para de llorar y
tejer.
A la
mayor le tejió una bufanda.
A la
segunda unos guantes.
Y a
mí unas calcetas muy altas.
Nos
pidió que las usáramos aunque haga calor.
Y
volvió a empezar.
Pronto
tendremos un hermanito.
—Tendrá
cuernos. Y ojos como vidrio derretido.
—Tendrá
cola y pelo en todo el cuerpo.
—Tendrá
patas de cabra como yo.
Mamá
llora y teje. Bufandas, guantes y medias.
—¿No
tejerás nada para el bebé?
Ella
teje un gorrito y luego una cuerda; un día después de nacer el bebé, se cuelga
de ella.
Nadie
se interesa en mamá: mi hermanito abre su boquita para bostezar. Sus ojitos
apenas se asoman de sus párpados hinchados. Acerca su boquita al cuello de la
abuela. Nosotras no paramos de reír, bailar y aplaudir: todas acertamos.
Seudónimo: Salem
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