segada fui de la inocencia: hacia el
estómago de la tierra
mi sombra —como hebra ante el nimbo
de Hades.
sobre mi mano (recuerdo astillado)
confluían los campos
de Enna/ el festín de las ninfas
junto al séquito de Atenea
y Artemisa.
lejos del vientre de Deméter —pábulo
y augurio de
eriales— la estirpe crispó/
transmutando en ánfora de
injurias/ maldiciones que estriaron
los cimientos
del olimpo.
alaridos (igual que címbalos)
anunciaban martirios: la
heredad blandeó mástiles/ frutos y
estaciones arrastraron
vientos de carestía/ las ninfas
trocaron perfiles (quejidos
de sirenas).
una corona esplende: mi dominio es
ahora armazón de la
muerte/ venablos de fuego eterno/
huestes de almas que
perdieron el retorno.
desde la torre (cubil donde me
encumbro) avizoro el ciclo/
esa levedad de las ánimas —en
declive— que reverencian
mi nuevo linaje.
Caronte/ las Parcas/ Cancerbero:
centinelas-vasallos que
van hilándome —con el halo quebrado
de los muertos—
ornatos y enseres para acicalar el
tártaro.
escucho el gemir de las bestias en
su escarmiento
(criaturas lastimosas)/ el fárrago
de los dioses ante mi
ausencia/ mortales que —famélicos—
agonizan ante la
aspereza de la tierra/ mi madre
Deméter abjurando su
bondad:
justo cuando comienza a excitarme
esta urdimbre de
tinieblas/ la sumisión de los
espectros/ el aroma del
azufre mientras copulo con
Hades.
Seudónimo:
Los Fantasmas de Korad
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