miércoles, 22 de septiembre de 2021

33. LICÁNTROPO. De Evanescente

 

 

Es la hora del crepúsculo en esta tierra extraña;

y puedo sentir la tundra helada sobre la que reposa mi dolorida espalda.

Las alas de la noche se despliegan en tensa calma;

mientras la luna se alza poderosa, dispuesta a sellar con su lacre el destino de mi alma.

 

Mi cuerpo se estremece y siento la boca ensangrentada;

mis huesos se descoyuntan y mis músculos están tensos como las cuerdas de un arpa.

Mis oídos se agudizan y mi olfato se destapa;

mientras oigo los gemidos aterrados que lloran en la oscura madrugada.

 

No sé qué me pasa... me siento débil, pero a la vez con una fuerza inusitada;

tengo hambre y tengo sed, pero nada es suficiente para calmarlas.

Mi corazón lucha contra un enemigo que solo teme a la plata;

y mis ojos lloran lágrimas de fuego, que se deslizan abrasando estas fauces demacradas.

 

Las nubes transitan como galeones fantasmales sobre un mar de color escarlata;

y el plenilunio me ilumina con su embriagadora luz, brillante e irisada como el nácar.

La batalla está perdida y mi conciencia ya no es clara;

el hombre que fui ha dejado paso a esta bestia que ha destrozado su jaula.

 

Ahora me alzo poderoso sobre estas animalescas patas;

y miro a la luna para que se acicale coqueta, reflejada en estos ojos de dorada estampa.

Quiero gritar pero aúllo y ese aullido atraviesa el valle en lontananza;

haciendo que todos cierren sus puertas... como cada noche de luna llena y clara.

Seudónimo: Evanescente

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