114. ERA UN HOMBRE EXTRAÑO Y YO LO AMABA
Era un hombre extraño y yo lo amaba.
Su cabello legendario era de fuego,
su rostro era horrible.
Su mirada era vieja y maligna
y su piel una áspera corteza.
Era como un demonio retorcido,
mostraba enormes colmillos
antes de besar,
me sometía con su negra sonrisa.
Cuando me amaba era obstinado,
no habían pausas, ni gruñidos,
solo el susurro de un loco
y pecaminoso vocabulario,
movimientos inimaginables
y un poder letal.
Lo encontré en un estanque
donde bailaban las moscas,
había algo deliberado en su fealdad,
algún hechizo, quizás.
Era un ser deforme, todopoderoso,
bloqueaba mi cordura y mi tiempo
con esas garras aguzadas.
Ya no está, se ha ido,
y mis manos vuelan buscando su asimetría,
y mi lengua cuelga de la nada sin sus besos impíos,
y mis pensamientos se arrastran y suplican
por su amor endemoniado.
Él se llevó todo lo que era,
me convirtió en oscuridad y lágrimas,
no quería perderlo y se fue…
sin llevarme al túnel materno,
sin poderlo matar.
Era un hombre extraño y yo lo amaba.
Muy lindo.
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