98. PIAFA Y RELINCHA EL BRUTO
Piafa y relincha el bruto,
al frente, el bosque. Cansado,
en un claro desmonta el jinete
-gallardo y fuerte,
bello el rostro, orgulloso hijo
de antigua familia-
y se tiende en el esmeralda;
la esquiva luz del otoño
invita al sueño temprano,
y el joven, gustoso, duerme.
"¡Despierta!"
Oye un susurro en su oído
y al abrir los ojos, duda
que sea real lo que ve:
la más bella de las mujeres
clavando dos soles azules sobre el.
Quiere tocarla, no sin temer que se esfume
como el espejismo que simula.
Delicado, apoya su mano
en el nacarado hombro de la joven.
Ella sonríe, y el día es más hermoso ahora.
"¡Ven!"
Sin más, ella se levanta y corre
hacia el corazón de la negra arboleda
riendo -como lluvia que cae en primavera
parece su despreocupada risa-.
Él corre detrás, impulsado
por el deseo, por volver a tocar
esa tibia, pulsante piel;
sin preocuparse a dónde va,
sin recordar la vieja advertencia:
nunca penetres en lo profundo del bosque.
"¡Bésame!"
Ella para y suplica que se acerque,
en su mirada hay algo irresistible.
Él corre más rápido, pasan fugaces
podridos troncos de árboles centenarios.
Llega hasta ella, la abraza, la besa,
un beso profundo que inunda la boca
y los pulmones. Ella lo abraza también;
cada vez más atrapado en la belleza,
nota el joven su cuerpo fluir junto al de ella.
Como si se hundiera en la más profunda de las aguas...
La ninfa ríe orgullosa
y un joven sin vida -otro más, nunca aprenden-
flota en la charca.
Seudónimo: Guy de Mont
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