Ardiente temblor de
Octubre sobre las hojas nuevas.
El viento -dicen-, rompió
el silencio al alba,
agitó las ramas, causó
todos los vuelos.
Y demasiado temprano para
el miedo, mi heroico corazón acongojado
busca refugio en los
nidos vacíos.
Pretende eludir un
sortilegio de umbrías tempestades.
Y se declara inocente en
una historia que no le pertenece ni ha pedido.
¿Por quién vienen
entonces en la noche, estos pulcros fantasmas
con su arrogancia de
dioses o demonios
a intimidar mi sangre
rabiosa de alegría,
para marchar, como
arlequines funestos , en la crucifixión
de todos mis
anhelos?
¿Desde cuándo los perros
del silencio me acechan la esperanza,
para impedir la risa que
celebra
el único racimo que aún persiste al borde del abismo?
¿Cuál de ellos pronuncia
con mi voz, la cifra de la Bestia,
con una maldición de
fuego en la garganta,
como un número binario
que construye la porción del sufrimiento?
¿Quién escribe, en mi
nombre,
en el cuaderno recién
inaugurado, la fecha exacta del Apocalipsis,
con un presagio de
alondra mutilada, en esta noche incierta?
-Nadie podrá contar
jamás, las hojas repetidas que murieron
al final del día-
Sospechan que soy la
legataria de una heredad siniestra
que debía rescatar el
nombre de la luz, que todos olvidaron
del lado de afuera de una
puerta que jamás se abriría.
Me adjudican una lógica
cobarde
de banderas arriadas a
destiempo y rostros insepultos, arraigados
a los rituales del horror,
donde es imposible desoír
esa boca que vuelve del sepulcro
con un aféresis perfecto para nombrarme muerta,
o exigirme la absurda
misión de ser buena para sus ojos malos.
Pero ahora, alguien fuera
de mí, escucha este reclamo
y me reclama a su vez,
del lado de la vida,
descifra y renombra esta
anatema heredada por error.
Y algo se mueve, circula en el sentido inverso
para exorcizar la siembra,
(puedo ver de repente, el
lunar oscuro en la piel del ciruelo
donde el insecto le
devoraba desde adentro su ilusión de nacer,
y no me aterro)
Esta voz, desteje mi
historia e inaugura el nuevo sitio de la
vida,
en un lugar donde nadie
pretende beberse las gotas de sangre
que encadenaron mi
corazón al muro;
ni quemará rosales al
atardecer.
Toco con mis ojos, todos
los matices de este espacio,
en medio del esplendor
inusitado de un lugar posible de estrenar.
Y aquí, donde cada cual
diseña la luz a su medida,
mi corazón elige
florecer.
Seudónimo: Criptograma
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.