El
cazador de dragones no avisa; actúa. El cazador de dragones no hace ruido;
está. El cazador de dragones es alto y fuerte, y lleva consigo una armadura del
color del sol de la tarde y tan brillante como la espuma de la mar. El cazador
de dragones oyó en el reino de Lorenath que había dos dragones gemelos en el
Valle Verde y no dudó en ir en su busca. El primero fue fácil: dormido sobre
las rocas grises al borde del río, con la cabeza entre sus patas como amante
soñador, no fue problema apuñalar su cabeza y manchar el otrora dulce río con
la sangre de la colosal bestia indefensa. El cazador de dragones es salvaje y
no tiene piedad. El segundo fue complejo: en lo alto del monte, como estatua
sobre poderoso pedestal, desplegaba sus alas el monstruoso ser del abismo.
Escupía fuego recordando a su hermano y al inhumano caballero que atacó a su
otro ser. El cazador de dragones no duda; enfrenta. Porque una bestia huele a
otra bestia supo girar su enorme pescuezo a tiempo y comprobar que el guerrero
aparecía con descomunal lanza en su diestra. Burlado, el cazador maldijo al
dragón, que volaba huyendo de aquél a quien no había provocado y de aquél a
quien no había atacado. "Dime, ¡oh, humano!", pronunció mentalmente
el alado reptil con su voz infernal, "¿Acaso por ser así debemos ser
castigados? ¿Eres acaso tú el Juez Supremo, creador del Universo, que puede y
debe hacerlo? Humíllate por tu falta de humildad". "Sólo diré esto:
bestia eres y buen botín sacaré por tu pellejo duro y frío", contestó su
rival. "Sea". Y el dragón gritó con alarido espantoso e hizo arder la
armadura del cazador con el mayor de sus hechizos, derritiéndola poco a poco
como un soberbio reinado o como nieve en primavera. El cazador de dragones es
humano; puede fallar y perecer.
Seudónimo: Huma
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