lunes, 31 de julio de 2017

182. EL CAZADOR DE DRAGONES. De Huma


El cazador de dragones no avisa; actúa. El cazador de dragones no hace ruido; está. El cazador de dragones es alto y fuerte, y lleva consigo una armadura del color del sol de la tarde y tan brillante como la espuma de la mar. El cazador de dragones oyó en el reino de Lorenath que había dos dragones gemelos en el Valle Verde y no dudó en ir en su busca. El primero fue fácil: dormido sobre las rocas grises al borde del río, con la cabeza entre sus patas como amante soñador, no fue problema apuñalar su cabeza y manchar el otrora dulce río con la sangre de la colosal bestia indefensa. El cazador de dragones es salvaje y no tiene piedad. El segundo fue complejo: en lo alto del monte, como estatua sobre poderoso pedestal, desplegaba sus alas el monstruoso ser del abismo. Escupía fuego recordando a su hermano y al inhumano caballero que atacó a su otro ser. El cazador de dragones no duda; enfrenta. Porque una bestia huele a otra bestia supo girar su enorme pescuezo a tiempo y comprobar que el guerrero aparecía con descomunal lanza en su diestra. Burlado, el cazador maldijo al dragón, que volaba huyendo de aquél a quien no había provocado y de aquél a quien no había atacado. "Dime, ¡oh, humano!", pronunció mentalmente el alado reptil con su voz infernal, "¿Acaso por ser así debemos ser castigados? ¿Eres acaso tú el Juez Supremo, creador del Universo, que puede y debe hacerlo? Humíllate por tu falta de humildad". "Sólo diré esto: bestia eres y buen botín sacaré por tu pellejo duro y frío", contestó su rival. "Sea". Y el dragón gritó con alarido espantoso e hizo arder la armadura del cazador con el mayor de sus hechizos, derritiéndola poco a poco como un soberbio reinado o como nieve en primavera. El cazador de dragones es humano; puede fallar y perecer.

Seudónimo: Huma

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