El ansia es más fuerte que la
oscuridad,
no hay fuerza que detenga tus
piernas
cuando has visto los dos puntos
blancos
titilando en el bosque.
La soledad no recibe visita de los
astros,
cada paso te introduce en la
negrura;
la linterna despierta a las
criaturas
que se disfrazan de árboles,
arbustos o lianas.
Hay gemidos de cortezas, aullidos de
palomas,
el vozarrón ventoso los repite como
un eco.
Tus pasos se vuelven vacilantes.
Algo cae a tus espaldas, volteas
y ya no ves las farolas de la casa.
Los puntos blancos reaparecen más
lejanos
quizá donde se inicia el pantano;
la respiración estrangula tus dudas,
leyendas oídas en las tabernas y en
las panaderías
te empujan al retroceso, a la
seguridad
de las frazadas protegidas por los
postigos.
Mas sabes que ninguna muralla
resistirá
el avance del ansia, la necesidad de
saber
quienes sostienen las mágicas
lámparas.
Arrancas a paso vivo y la flora te
agrede
la cara rasgada, las manos cortadas;
el bosque protege sus secretos.
La linterna tiembla, el miedo te
arrastra
al piso anegado, al barro; el agua
te lame las pantorrillas.
Gritas, aúllas, desafías,
el pánico te pone letras
desafinadas.
Corres chapoteando, el suelo te
chupa;
braceas, escupes lodo maloliente.
Los dos puntos blancos fosforecen
casi a tu lado, logras ver aquello
que nadie ha sospechado.
Te relajas, te cubre el agua;
los puntos blancos se alejan
a buscar nuevos legionarios.
Seudónimo:
Richarddi
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