Todos
somos reales e irreales,
estamos
aquí y estamos allá
dijo
Einstein cuando presentó
su teoría
de relatividad.
Pero nunca
pudo saber
cuál de
los dos era él:
si el
hombre de afuera
o el
hombre de adentro.
Óscar
Hahn
Trascendidos los límites del tiempo
florecen las funciones cerebrales
reservadas al que en ayuntamiento
místico, inculpa al cuerpo, como
lastre
de un alma limitada por pobrezas.
Regresado de un páramo extinguido
no añoro la inmortalidad;
amar en un presente tan volátil
como burbuja rebotando en vidrios,
funda bellezas cuya arquitectura
efímera se vuelve eterna para
quien no duele.
Vivir antes de mí me enseñó el modo
de tomar la memoria como el zafio
juego de una conciencia ignorante,
aburrida
en su imperio del yo y miedo al
olvido.
Sin el lenguaje somos miradas en
silencio,
nada está quieto, ni se muere
en este territorio al que conducen
los espejos comunicantes
que en el cielo titilan, arden,
giran
y explosionan para que evolucione
el pensamiento.
Si nada quedará, si nada cambiará
no te impacientes por saberlo todo,
esta preocupación perecedera,
obsolescencia innata del condenado a
vida,
es ridícula forma entre las formas
para un privilegiado como tú.
Sí, me he visto morir, me he
asesinado,
y nunca me marché, nunca he venido;
no hay ahora ni aquí, no hay más
tarde o jamás;
solo una nada que procura un todo
y este se vuelve vida y reflexiona.
Soñar o recordar es una distinción
carente de sentido.
No existe la verdad sin la mentira.
Solo hay un mar, que la lluvia
transfigura;
solo una tierra, que en las flores
grita
una ubicua canción que nadie
escucha;
solo un árbol, enhiesto, aun no nacido,
que talaré para ofrecerte
su lápiz y papel,
mi alma en los versos que ahora
lees y aún no he escrito,
cintilación sin tiempo, a tiempo,
exacta,
que escribiré una tarde aún no
ocurrida.
Seudónimo:
Belerofonte
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