sábado, 6 de julio de 2019

42. EN EL GABINETE DEL DOCTOR TULP. De Shevek



Cuántas veces advertimos a Reiziger de que aquello era peligroso. Cuántas discusiones inútiles sobre su preparación real. Cuántas veces él nos respondió con cierta displicencia, como si el entrenamiento recibido fuera un arma infalible contra los azares del viaje en el tiempo y nuestras preocupaciones pueriles.
Dos años de preparación, supimos después, adquiriendo una dicción casi perfecta del neerlandés del siglo XVII, absorbiendo modos y costumbres, memorizando alcurnias y geografías, perfeccionando técnicas pictóricas añejas.
Así se despidió de nosotros, con una sonrisa en los ojos y una promesa en los labios: ¡Conoceré al maestro, seré inmortal!
Nunca supimos si conoció al maestro. Lo que sí sabemos es que el maestro, de algún modo, le conoció a él. No lo habréis notado, supongo, pues es el último de los detalles en el que la mirada se posa en el cuadro, en esa obra maestra de un jovenzuelo de veintiséis años. Pero cuando dejéis de observar a los prohombres que aparecen en "La lección de anatomía" de Rembrandt, fijaros en el cadáver.
Sí, el de la faz entre sombras. La viva expresión de la muerte. Parece que haya sido siempre el mismo, ¿verdad? Pero los que lo conocimos sabemos bien quién yace en la mesa de disecciones del doctor Tulp.
Es Reiziger, cómo no, al fin inmortal.
Seudónimo: Shevek

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