Aúlla la
nocturnidad ávida de carne,
mostrando ,
sus crueles desafíos
sin amparo.
La borrasca, pálida
de miedo, rebusca entre las sombras,
y tienta a los
sauces que, famélicos,
lloran al compás
del silbo.
Mientras tanto, en
el lejano horizonte,
la silueta del que
escarba una tumba desposeída,
embadurna de
escalofríos al viento.
Su espalda, carga el
peso de la humanidad
y la boca, como
mueca,
deja entrever labios
desprovistos de contextura.
Sus mugrientas uñas,
lánguidamente estiradas,
arañan al silencio
de la noche y,
el olor nauseabundo
que despiden,
excita a la criatura
más endeble.
Trémulo, toma una
pala,
con prisa, abre una
cripta.
La tambaleante mano
extrae un cráneo, luego huesos, pelos, gusanos,
estertores, ropas
despedazadas por la angustia.
No se estremece,
ni un poro se
contrae ante la horrible escena.
De repente,
su escuálido rostro
gime y,
una lengua
inacabable, lame el manjar hambriento.
La putrefacta sangre
envenena al aire, pero él,
goza
indeteniblemente.
Insaciable, tira de
las fibras que recubren la osamenta y
saborea, degusta,
cata,
lucha contra Crono.
Así prosigue,
hasta devorar al
último desatino.
A lo lejos, un reloj
anuncia las tres,
hora es ya de la
marcha.
La bóveda,
vuelve a ser de
Hades.
En el crepúsculo,
la curvatura se pierde sin dejar vestigio alguno.
Esperará, la
alborada siempre se evapora (piensa y ríe),
entonces,
otro despojo humano
será festín para el desapercibido.
Seudónimo:
Christian
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