Agudo chirrido
de óxido corroído
rompe el rojo
de la tarde
en que la verja se
abre.
De los árboles, las
cimas,
por mil vientos
removidas,
gimen tétricos
augurios
de misterios de
jardín,
y a mi
paso
pétreas
figuras
improvisan sus
posturas
y sus cálidas
miradas
se retornan
congeladas
ante mí.
Crujen bajo
mis pies
del yerto manto las
hojas
frágiles
muertas
pisadas
ya de tiempo
o soledad
hastiadas.
Ni el canto de un
ave
ni el
color de una flor.
Ni el suave
frescor
que antaño
la vieja fuente
emanó.
Ahora, sin
agua, herida,
de abandono
y musgo
carcomida.
Seudónimo:
Gin
Me ha gustado este poema. Lo he leído varias veces y me quedo con ganas de más. Saludos.
ResponderEliminarJimmy el yoga.