Yace al borde de mi cama tu angustia,
espectro que no sabe tasar mis silencios,
que dista de la libertad de mis brazos desnudos.
El esqueleto de una boca que ya no me besa
pregona, sin pudor, sus confesiones.
Tal vez piensa que las palabras huecas
le otorgan tenuidad a los insomnios
que dejara colgando en mis ojeras.
Esquivo mirar las manos descalzas
que dibujan la fina línea de mis labios.
Las conozco, impostoras, con sus líneas bien formadas
quebrando mis intentos en la penumbra crasa,
dejando siempre sobre mi lápida margaritas negras
y el beso amargo titilando en la oscura fosa.
Carga a sus espaldas la parca fría;
se asoma tras su hombro y me sonríe.
Esta noche promete hacerle suyo,
poner fin a la procesión de lamentos.
La breve soledad que hoy me importuna
mañana será tan solo humo.
Hoy se crece tu voz como un sonido puro,
lamiendo la muerte que se tiende en nuestro lecho.
Seudónimo: Chloé
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