jueves, 21 de enero de 2016

7. LOS JINETES DEL RECUERDO. De Antuko

Van como espectros
deambulando por las praderas desérticas
de la vieja comarca de los francos,
tienen los ojos hundidos y oscuros,
el cuerpo magro y pálido, cubierto de andrajos
y largas y delgadas las manos,
como espigas marchitas.

En las noches estrelladas
salen de sus cuevas a buscar el aire
y el agua de los cactus,
y a verse las arrugas de sus rostros
con la claridad de la luna.

Son los jinetes del recuerdo
que cabalgan camélidos mutantes     
por las dunas y las ondas,
repensando la vida y el camino.

Dicen que sus voces susurran
los buenos viejos tiempos
y que relatan los sonidos del horror,
las carnes desgarradas,
la tierra asolada por el fuego
que vino del cielo de las naves. 

Ellos cuentan que los
autores del estruendo fueron
los mensajeros radiantes de los dioses,
los mismos que les dejaron el pan,
la luz sagrada y el sueño.

Y refieren que regresaron silbando
extrañas melodías de arena
y que se sintieron defraudados
y que decidieron, con el dolor de sus antenas,
quemar las páginas mal escritas
de esta historia
y comenzar de nuevo.

Seudónimo: Antuko

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