La luz descolorida de un
quinqué
sobre la podredumbre del
poeta
atrae a la polilla de la
noche
hacia el espejo. El
rostro, tras un velo,
revela el gris cobalto de
unos ojos
que producen pellizcos en
el pecho.
La fiebre alta, el
estertor del pecho,
los surcos de la cara
ante el quinqué,
han llevado el desorden
de los ojos
a los duelos nocturnos
del poeta,
porque la atmósfera
semeja el velo
que envuelve los delirios
de la noche.
El escritor, en medio de
la noche,
sobre el río revuelto de
su pecho
contempla el Bronx.
Filtrada por el velo
de la memoria antigua de
un quinqué,
Annabel Lee se abisma en
el poeta,
materia vaporosa ante sus
ojos.
Un dédalo de láudano en
los ojos
poblados por los seres de
la noche
acerca su belleza hacia
el poeta.
Seres ambiguos silban en
el pecho
los metales siniestros de
un quinqué
enamorado del terror sin
velo.
El escritor de Boston
pone un velo
en el subsuelo de sus
propios ojos.
La lastimosa Usher, que
un quinqué
incendia con pavesas de
la noche,
disuelve las necrópolis
del pecho
en la tumba vacía del
poeta.
Morella y Wyatt son, como
el poeta,
personajes gerónticos,
sin velo,
Muerte Roja del tuétano
del pecho,
fragmentos de las morgues
de unos ojos
que han cavado la tumba
de la noche
bajo la luz de luna de un
quinqué.
Arde el quinqué, y la
llama del poeta
en cuya noche se ha
tatuado el pecho
lanza un cuervo hacia el
velo de sus ojos.
Seudónimo: Ufana Incorrupta
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