La escarcha envuelve
pisadas
amortiguando el crujido
de los días,
ajena al preludio del
falso manantial.
Lo dicen los ojos del
Señor Oscuro:
bajo las aguas, siempre
es invierno.
No habla, sólo mira.
Sus ojos escrutan los
renglones no escritos
para desplegar sus armas
el primero.
No tiene sombra.
Hace mucho tiempo que la
olvidó
entre los escombros del
crepúsculo.
Mira imperturbable su reflejo
vacío
y remueve las aguas con
la espada, como advertencia.
La brevedad del temblor
del círculo antes del giro,
entre certezas
subterráneas,
cabe en el suspiro del
acero.
Y como la sensatez del
eco
que sangra sobre el
tambor,
el destello hilvana
eclipses de neón.
Pequeño nenúfar,
no llames la atención del
Señor Oscuro.
Seudónimo: La hija bastarda de
Mary Pickford
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