¡Oh!, hija de, ¿Forcis?, ¿o es con Terpsíope con quien
compartes sangre?
¡Oh!, hija de ¿quién? No se sabe.
Son tus cabellos tan lisos, tan largos,
reflejan la luz dorada del oro, la pureza de la Luna.
Al tacto, seda. A la vista, son tus ojos ahogo en un claro,
en un mar de almas, en cualquier corazón.
Nadie resistiría a deslizarse por entre tu piel nívea
ni a besar tus pequeñas manitas.
Burlona, los dientes pequeños y blancos de tu sonrisilla
engatusan hasta al más vil marinero a acabar en tu regazo de
escamas.
Ese cuello largo, tan largo que acaricia a las estrellas,
tan delgado que es una fina línea entre horizonte y océano,
sin adornos, pero una trampa maldita es tu garganta,
especialmente cuando, suavemente, canta.
Se abre tu boca de labios rojos como una gruta escarlata,
no me tientes, sirena, pues amplia será tu condena.
¡Maldita! ¡Qué estás maldita!
Tus labios, unas alas. Tu cola, unas garras.
Tu belleza, marchita.
¡Asesina!
Ya ni la música te salva, la sangre mana
y no cesa, no cesa, mana y mana a borbotones de su cuerpo
inerte.
Va a tus venas, va a tu estómago, cae a tus patas de ave
naranjas.
¡Asesina!
Atraes, aprisionas, ahogas, desgarras, matas.
¡Asesina!
De ti sólo quedarán las olas.
¡Asesina!
Eres la espuma de todas nosotras.
Seudónimo: Furia
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