Quizá pudo acertar
en su imaginación la medida de su silueta, el calor de sus caricias, el
vibrante sosiego de su voz, pero después de cinco décadas de intentar una y
otra vez llegar a una fórmula que no resultara en infinito, tuvo que aceptar
que así como era imposible habitar la conciencia de otro, así mismo era
inalcanzable el universo paralelo donde ella, en la misma casa y también con la
decrepitud a cuestas, lo aguardaba cada tarde.
Seudónimo: Frónesis Altair
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