martes, 7 de julio de 2015

35. DE CARCOMAS EXTRAVIADAS Y OTROS MISTERIOS. De Cydia Pomonella


Ellos podrían estar desnudándose entre los ladrillos de las paredes medianeras. Sospecho de un zumbido que se escapa, sigilosamente, en cada vivienda y se pierde en el rellano de las escaleras. Los  anteriores vecinos ya me advirtieron que existía un rumor, no confirmado, que el generalísimo Franco, por aquello de amortizar el presupuesto de obra de las viviendas al amparo social, asignó partidas de escayola a un contratista de origen desconocido que, cuando bebía dos vasos de aguardiente, charlaba por los codos y confesaba que pasados cuarenta años, por culpa de una maldición cósmica, las partículas de yeso se procrearían sin entendimiento alguno y con mala leche. Seguramente, se refería a las consecuencias del cambio climático que, gracias al aumento de la contaminación y los fenómenos atmosféricos adversos, ha acelerado el proceso de reblandecimiento de las paredes. Quizás por esta razón, los desperfectos y las grietas se multiplican con más frecuencia, a pesar de mi obsesión por la paleta y la masilla. La causa del conflicto son esos parásitos disfrazados de escayola, calcinados de sustancia blanca, esperando el momento propicio para deshacerse de la cáscara y de la pasta acuosa, hiperactivos, a la expectativa de probar a mover de nuevo sus extremidades peludas. En la oscuridad aprovechan para reunirse en asamblea y discutir la manera más conveniente de introducirse en la cama del propietario del apartamento.  Una vez el insecto aprieta el aparato bucal contra la cabeza del huésped, clava la aguja en el interior de sus tejidos, provoca una minúscula incisión detrás del lóbulo de la oreja, chupando los líquidos de la cordura, impidiendo huir de su maligna influencia. Poco a poco, sientes una extraña inercia a tomar decisiones maltrechas, contrarias a tu manera habitual de comportarte, hasta imitar ilícitamente la personalidad de otra persona. Ahora, entiendo muchas cosas que antes no podía. Después de años boquabierto, finalmente, comprendo las actitudes extrañas, las voces superpuestas y los gestos nerviosos en cada reunión extraordinaria de mi comunidad de vecinos.

Seudónimo: Cydia Pomonella

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