Cada madrugada me despertaba a las 3:33
bañado en sudores fríos, paralizado de pies a cabeza. Este trastorno es
conocido como parálisis del sueño; te despiertas repentinamente, plenamente
consciente, pero incapaz de reaccionar. Sólo puedes abrir los ojos, escudriñar
la oscuridad y rezar. Rezar si crees que la oración puede ayudarte a recuperar
la movilidad.
La parálisis del sueño venía acompañada
de alucinaciones, una de las cuales era especialmente terrible y reiterativa.
Alguien, yo la llamaba la Dama Negra, aparecía en mi reducido campo visual.
Entonces se sentaba en la cama y el colchón se hundía. ¡Juro que se hundía!
Luego el bulto opaco de su cuerpo acercaba su cabeza a la mía, lentamente, como
si fuera a besarme en la boca, y antes de que nuestros labios se tocaran me
susurraba unas palabras en una lengua ininteligible, diabólica.
Probé a poner el despertador a las 3:30,
pero alguien lo apagaba. Intenté no abrir los ojos cuando la dama aparecía,
pero un impulso irresistible me empujaba a hacerlo. Traté de mantenerme
despierto hasta esa hora, pero el sueño, irremediablemente, me vencía. Una
noche, haciendo un tremendo esfuerzo y recurriendo a toda mi fuerza de
voluntad, conseguí preguntarle qué quería. Percibí sus labios curvándose en una
siniestra sonrisa. Eres escritor —me dijo—; escribe esto. Así podré entrar en
los sueños de quien lo lea.
Seudónimo: Edgar Phillips Ligotti
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.