No es ninguna primicia anunciar que el
hombre de hojalata más que dormir, en realidad, hiberna. Lo que muy pocos saben es que para
despertarse utiliza siempre la Primavera de Vivaldi. Y no porque tenga una
radio-despertador en la humilde cabaña de madera en la que vive o porque le
hayan grabado algún tipo de programa en sus primitivos circuitos (¿qué clase de
estúpido puede creer hoy en día en la inteligencia artificial?), sino porque
tiene un violinista en el interior de su cabeza que le recuerda que debe levantarse
de la cama y que durante el Verano debe
dirigirse al bosque a cortar un árbol tras otro, sin que, en ningún momento, se
pregunte porqué. Le fabricaron para cortar árboles. Igual que el violinista
nació para tocar ininterrumpidamente las cuatro estaciones. ¿Qué clase de
imbécil intentaría rebelarse contra su destino?
Siempre que el violinista interpreta el
Otoño, llegan al bosque (que algunos llaman biblioteca) las lluvias y el hombre
de hojalata vuelve a casa corriendo, para impedir que la lluvia le moje y se
oxide, como ya le ocurrió una vez en su inexperta juventud. Hasta que no
vinieron a rescatarlo, el violinista se quedó atrapado en un bucle de cuatro o
cinco notas y se temió por su cordura.
Después de fumarse una pipa, junto a la chimenea encendida con los
troncos que ha cortado, y antes de que empiece el último movimiento del
Invierno, el hombre de hojalata se acuesta, se tapa hasta la barbilla y duerme.
Lo que nadie ha averiguado todavía es si ronca.
Seudónimo: El señor Helecho
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