miércoles, 13 de julio de 2016

83. ASTERIÓN. De Nemo Auditur


Todos sabemos que el Minotauro lo ignora todo de las palabras, perdido en su laberinto. Dicen que su lugar es ese, carente de espejos y con una única salida imposible de encontrar.
No obstante, sus paredes albergan el regalo que, para la posteridad, quisieron hacer quienes allí se perdieron conscientes de que habían penetrado en un mundo fuera de cualquier tiempo y sin embargo, habitado. Los fantasmas del laberinto son los únicos capaces de atravesar sus muros. No caminan –flotan- no hablan, ya no esperan. Y las paredes del laberinto narran historias que nunca debieron perderse.
Hubo quien logró dibujar un prado verde y fresco –sólo un tallo de luz, apenas un flechazo verde.  Hubo quien con dos dedos  se quitó parte del maquillaje que llevaba en el rostro y esculpió unos labios –rojos- en la piedra imperecedera. Hubo quien dibujó la Luna, sabedor de que existe, y hubo quien sólo dejó sus huellas, que el Minotauro reconoce y respeta y cobija en la dura roca en la que está labrada su  casa. Buscando, quizás, una salida.
Cuenta la leyenda que el Minotauro apenas ofreció resistencia a Teseo, cuando por fin se encontraron. No es nada que deba extrañarnos, pues sabemos que el  Minotauro ignora todo de las palabras, y podría muy bien confundir una "t" con una "d".

Seudónimo: Nemo Auditur

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