sábado, 26 de septiembre de 2020

27. ORFEBRERÍA DIABÓLICA. De La dama asesina

  

El día de la boda me colocó el anillo, con promesas en voz alta de fidelidad, lealtad y no sé qué más.  "Qué suerte has tenido, hijo", me felicitaba mi padre en el banquete. Sí, sí. Yo era un hombre sociable, apuesto, y tras mi matrimonio, tremendamente rico, y claro, oportunidades de divertirme no me faltaban. ¿Qué culpa tenía yo, de ser irresistible?

Un anillo con grabados desconocidos e indescifrables, que llevaba en la familia de mi  mujer varias generaciones, me explicó  mi suegra muy seria apuntándome con un dedito amenazante. Está bien mujer, no lo perderé si es eso lo que le preocupa, y no, no me lo quitaré bajo ningún concepto, le dije.

Ya quisiera yo. El puñetero se calienta al rojo vivo cada vez que estoy al lado de una fémina y me asaltan los impulsos de don Juan. Intenté quitármelo una vez y unas minúsculas y afiladas cuchillas clavaron  en mi carne. Qué dolor. Probé con todo tipo de herramientas,  imposible. Tenía que tomar una decisión.

 Mientras me atendían en el hospital por un desgraciado accidente de jardinería que me amputó el dedo, sonreía  victorioso acordándome del anillo ardiendo en la fogata que había preparado con hojas y ramas secas.

La noche de mi cumpleaños lo celebré por todo lo alto, brindamos con champán, e hicimos el amor toda la noche. Al llegar a casa, mi mujer dormía plácidamente y caí derrotado en la cama. Al despertar, tenía una resaca de campeonato, y frotándome los ojos vi la nota en la mesilla. "Espero que esto te compense la tristeza que te ocasionó la gran pérdida del anillo familiar. Feliz cumpleaños, querido." De inmediato miré mis dedos sobresaltado, nada. Gracias a di… ¡maldita sea!...  en cambio en mi muñeca había una robusta pulsera con los mismos indescifrables grabados.

Seudónimo: La dama asesina

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