Atravesé la atmósfera del planeta sin
saber lo que me esperaba abajo. Cuando las nubes se abrieron una cadena de
altas montañas apareció, cerrándome el paso. Activé los levitadores del traje.
Fui bordeando los picos nevados, buscando un camino que me llevara a sitios más
propicios donde posarme y establecer el campamento. Enfilé por una garganta
entre la cordillera. El río que descendía por las rocas fue ensanchándose hasta
que se abrió un gran cañón, por donde decidí seguir mi derrotero, maravillado
de la gran explosión de vida que palpitaba en todos los rincones. El sol empezó
a declinar justo cuando las montañas cedieron paso a una breve llanura, y más
allá el océano espumando sobre las rompientes. Contorneé el estuario hasta dar
con una playa despejada. Descendí con precaución, y por fin me sentí firme
sobre las arenas.
La gran variedad de pájaros que
nublaban el cielo era indescriptible. Muy diferentes a los que ya conocía.
Tenían nidadas en los riscos. En el mar grandes criaturas retozaban en la
superficie, y cerca de la orilla millares de extraños seres centelleaban
buscando alimento. Estaba ensimismado, por eso no noté como me cercaban. Me
lanzaron las redes, y uno de ellos me clavó un venablo. La insólita raza bípeda
inteligente que habita aquí me trasladó en un vehículo rodante hasta sus
panales de altas construcciones. Me extrajeron el caparazón, y ahora quieren
seccionarme los apéndices y mis seis extremidades. Me he mostrado dócil para no
dañarlos, pero tendré ya que disolverlos en mis ácidos y ensartarlos en mis
aguijones. Después justificaré todo en mi reporte.
Seudónimo: Larry B.
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