domingo, 27 de septiembre de 2020

32. CAÍDA. De Ferrum Kanté

  

Cuando levantó la voz fue lanzado al erial allá abajo. Sus alas de metal divino como sus mecanismos celestes se ensuciaron en el barro. Lamentó su suerte y maldijo a las elevadas esferas donde el infierno de agua y tierra no existe. Sus lágrimas, alguna vez aceite sagrado, se amargaron y se ennegrecieron. Se puso de pie para recibir a la tormenta que llegaba. Juró que lo que era abajo sería arriba e inició su obra.

Extrajo un pequeño engranaje del extremo de una de sus alas, abrió un hoyo en el suelo, lo sembró y lo tapó con la ocre tierra. Tintó su índice izquierdo en el rastro de negras lágrimas y trazó el signo del pulso encima del pequeño túmulo. Repitió la acción con otro engranaje y siguió desarmándose sin dejar dejar de llorar oscuridad.

Tras un largo tiempo terminó su labor y se sentó a descansar. Hubo burlas de siete visitantes del allá arriba que exigieron disculpas. No las dio. Las eras y el clima cambiante herrumbraron los restos de sus alas y de su figura. Cuando se levantaba para andar el mundo y revisar la siembra, la pátina café sobre él se transmutaba en un breve polvo que caía en cada paso. Así fertilizó el páramo.

De la primera simiente brotó el primer árbol que, regado con lluvia y alimentado con minerales de lo profundo, creció y remontó. Luego germinaron las demás semillas que emergieron en hermosas aleaciones. Apuntaron sus afiladas ramas hacia el cielo, maduraron simientes que también fueron sembradas y bendecidas con orín como con oscuro sollozo. Eón tras eón, el erial fue dejando de serlo mientras el exiliado adelgazaba y, a la par, ascendía montado en las ramificaciones del bosque metálico a sus pies. Cada árbol derribado con dificultad por las huestes celestiales abonó los frutos que seguían cayendo en legión.

Llegó el día en que los brotes aguja llegaron a la frontera del firmamento: el desterrado había regresado a casa. Con su último aliento empujó al bosque, su bosque, a horadar el cielo para empezar a oxidarlo.

Seudónimo: Ferrum Kanté

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