domingo, 28 de julio de 2013

210. LAS TRES SOMBRAS DEL DIABLO de Nictálope


No sé siquiera en qué momento lo pensé, ni cuándo me dio por mandar hacer una réplica en cera de mi Renato, que en gloria esté. En ella practiqué todo tipo de
salvajadas, señor Comisario, hice verdaderas tropelías: le abrí en canal, y luego le
golpee fuerte con La Piedra de la Locura y ya está. Una confusión, un mal día lo
tiene cualquiera, yo no estoy loca. Cuando quise averiguar, fui a darme cuenta que aquel era el Renato de verdad… ¿Que cómo no se defendió? Dormido como estaba
bajo el efecto de las gotas… desdichado, cuando se percató… qué alarido, oiga, no le
puedo explicar, ni el mismísimo Dios daba crédito. Las paredes de mi sacrosanta casa  
guardan el eco. Es el nervio ese que me da, me pongo desquiciada y no controlo y ya está. Delirios dicen que tengo, bruja me llaman al verme con esos descuartizados mamotretos de magia negra que guardo en el sótano, ya está usted viendo que no. No re tosa, Comisario, no menee la cabeza, qué estará escribiendo el de las gafas en el ordenador; yo no quería, una confusión, un  arrebato. Cristiana sepultura le di, rosario en mano, ¿me puedo ir ya? Yo no soy mala. Desde que cayó enfermo lo cuidé yo, entérese, yo; y bien que me dejó en herencia la casa y el olivar, para que no escasee, ya ve, ¡ay!, mi Renato, si levantara la cabeza… Setenta añitos tenía, tres más que yo; un simple jornalero de anís y tabaco negro era. Este es su crucifijo, lo llevo al cuello ¿lo ve, Comisario? Plata de verdad, tres avemarías y un credo llevo esta mañana; todo
iba bien hasta que aparecieron las tres sombras del diablo. Yo las veo: odian la vida
humana, hacen pupa en las carnes y provocan taquicardias y pavor, ¿sabe? Ellas liban
la sangre de los hijos de Saturno, asperjan el caldo de Baco y congelan el miedo a
tamaño natural, que yo de estas cosas sé, tengo legajos y sé que las propaga Céfiro en el espíritu de mi Renato. Él silba y sale de la calabaza, me sigue llamando urraca, no  me mire usted así, ¿me puedo ir ya? Yo no soy mala, una confusión, en mal momento
me dio, escalpelo en mano, por practicar vivisecciones aquella tarde de tanto sol.


Seudónimo: Nictálope

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