miércoles, 10 de julio de 2013

97. SOLEDAD de Piedra


Hace ya más de un siglo, Thomas Bailey Aldrich quiso graficar el espanto en su más alta expresión. Situó a una mujer en su habitación, desolada, sabedora de ser el único ser humano que sobrevive en la Tierra. La escena, sobrecogedora por sí misma, alcanza su cenit cuando algo, o alguien, llama a la puerta.
De niño, ese relato supo tensar mis nervios. No podía imaginar siquiera que, en el ocaso de mi vida, la forma del terror adquiriría nuevas cumbres. Yo habito el páramo urbano. Asisto al desfile cotidiano de mareas humanas por las calles de esta metrópolis. Contemplo los trenes subterráneos y los colectivos atestados de hombres y mujeres. Cardúmenes humanos se deslizan noche y día por los laberintos de hormigón. Casi puedo sentir que me falta el aire de tantas muchedumbres. Y, sin embargo, nadie llama a mi puerta.


Seudónimo: Piedra

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