Apenas un milisegundo antes de que Lucía
sintiera la sensación de frío, las nanomáquinas ejecutaron su labor y
aumentaron su temperatura corporal. La noción de frío resultaba aniquilada por
los microscópicos seres biomecánicos que regulaban su temperatura
automáticamente. La última actualización mejoraba el tiempo de reacción de las
nanomáquinas en milisegundos. Un servicio previo pago.
Ésta era tan solo una de las múltiples
utilidades del sistema FIYW. En su agresiva campaña de comercialización la
corporación propietaria de la patente basó sus argumentos en que el ser humano
no puede permanecer anclado a perpetuidad en sus huellas primigenias. Su lucha
era contra los sentimientos físicos y emocionales. No sientas si no quieres:
Feel If You Want, rezaba su eslogan.
Por eso, cuando Lucía recibió el mensaje
que le comunicaba el fallecimiento de su madre, con la que había perdido
contacto muchos años atrás, las nanomáquinas evitaron el escalofrío, pero no la
culpa; una actualización que jamás podría costearse. Su versión tampoco impedía
verter lágrimas, de manera, que, sin poder evitarlo y sin saber cómo ni porqué,
el lacrimal de Lucía se humedeció hasta formar una gota, una lágrima, que
recorrió su mejilla velozmente hasta caer al suelo.
Seudónimo: Ahemir
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