Desde que nos mudamos a esta casa, he mirado la
cortina del baño con inquietud, hasta se podría decir que con miedo. Cada vez
que me sentaba en el inodoro, situado frente a ella, la observaba acongojado,
en silencio. A veces, creía ver sus pliegues moverse, como si hubiera algo
dentro. Por eso, cuando tenía que descorrerla lo hacía con sumo cuidado, con
enorme respeto, igual que si estuviera acariciando a un león hambriento.
Mi pareja se burlaba de mí, me llamaba loco y necio.
Hoy la cortina, cansada de sus mofas, la ha atrapado
entre sus dobleces y la ha devorado en un momento. Antes de desaparecer dentro
de sus fauces de plástico, he visto la sorpresa y el terror en sus ojos,
mientras me pedía ayuda a gritos y hacía aspavientos. «¿Quién ha resultado ser
el necio?», pensaba para mis adentros, mientras contemplaba la dantesca escena
inmóvil, pasmado, boquiabierto.
Es un alivio saber que no estoy loco. Ahora debo
buscar más víctimas. La cortina del baño necesita más alimento.
Seudónimo: Soñador Insomne
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